En 1974, después de mucho trepar, Jean
Marie Faustin de Godefroid Havelange conquistó la cumbre de la FIFA.
Y anunció:
- Yo he venido a vender un producto llamado fútbol
Desde entonces, Havelange ejerce el
poder absoluto sobre el fútbol mundial. Con el cuerpo pegado al
trono, rodeado por una corte de voraces tecnócratas, Havelange
reina en su palacio de Zurich. Gobierna más países que las Naciones
Unidas, viaja más que el Papa y tiene más condecoraciones que
cualquier héroe de guerra.
Havelange nació en Brasil, donde es
dueño de Cometa, la principal empresa de transporte, y otros
negocios especializados en la especulación financiera y en la venta
de armas y seguros de vida. Pero sus opiniones son muy poco
brasileñas. Un periodista ingles, del Times de Londres, le preguntó:
- ¿Qué es lo que le da más placer en el fútbol? ¿La gloria? ¿La belleza? ¿La victoria? ¿La poesía?
Y el contestó
- La disciplina.
Este anciano monarca ha cambiado la
geografía del fútbol y lo ha convertido en uno de los espléndidos
negocios multinacionales. Bajo su mandato, se ha duplicado la
cantidad de paises en los campeonatos mundiales: eran dieciseís en
1974, serán treinta y dos en 1998. Y por lo que se puede adivinar a
través de la neblina de los balances, las ganancias que rindene
estos torneos se han multiplicado tan prodigiosamente que aquel
famoso milagro bíblico, el de los panes y los peces, parece chiste
si se compara.
Los nuevos protagonistas del fútbol
mundial países del África, Medio Oriente y Asia, brinda a Havelange
una amplia base de apoyo, pero su poder se nutre, sobre todo de la
asociación con algunas empresas gigantescas, como Coca- Cola,
Adidas. Fue Havelange quien logró que la empresa Adidas financiara
la candidatura de su amigo Juan Antonio Samaranch a la presidencia
del Comité Olímpico Internacional, Samaranch, que durante la
dictadura de Franco supo ser hombre de camisa azul y palma
extendida, es desde 1980 el otro rey del deporte mundial. Ambos
manejaban enormes sumas de dinero. Cúanto, no se sabe. Ellos son muy
tímidos en eso.
(Del Libro: El fútbol. A sol y
sombra. Eduardo Galeano. 2003)
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