Sea como sea, Vaticano y
numerosos pobladores de Campanilla afirmaban que Montesinos estuvo allí tres
vece: dos durante el año 1991 y una más en 1992. Él llegaba en un helicóptero
militar. En una ocasión se quedó a pasar la noche en Campanilla, afirmaba Vaticano.
El día de su cumpleaños número
treinta y ocho, Chávez se encontraba en Colombia. Cuando regresó a Campanilla,
a fines de octubre de 1991, decidió
organizar una fiesta para celebrar por todo lo alto con las autoridades de la
zona, los capos de otras firmas y los miembros de si entorno más cercano. Aprovechando una comunicación por radio,
también invitó a Montesinos.
El asesor presidencial aceptó ir,
pero puso condiciones: que le entregaran dos cajas de champán Dom Pérignon y un juego de cubiertos de la más
fina plata inglesa. Para satisfacer esa solicitud extravagante, y quizás coqueta, imposible de
conseguir hallándose en Campanilla, Vaticano debió pedir ayuda de Colombia.
Completó el presente con 100 mil dólares en efectivo, puestos en una maleta.
Al menos cinco pobladores de Campanilla
aseguran haber visto al asesor presidencial llegando en helicóptero a la base
contrasubversiva de Punta Arenas, horas antes de la fiesta, la tarde del sábado
2 de noviembre de 1991. De acuerdo
con sus relatos, Montesinos se dirigió
de inmediato a una de las casas de Vaticano en Campanilla, y permaneció allí el
resto del día y toda la noche.
La fiesta fue animada por dos
orquestas y estuvo sazonada con buena comida y finos licores. El huésped ya
había recibido sus obsequios, y Vaticano recuerda: Tomamos tres o cuatro
botellas y en eso estaba un poco mareado. Según Chávez, cuando intentó convencerlo para que fuera a dormir,
ocurrió lo inesperado. Me agarró la cara y la pierna y me quiso besar. Yo
volteé la cara.
-Señor, creo que usted se está
confundiendo. Necesita una señorita; ahora le mando una- esquivó.
-No necesito a nadie; te necesito
a ti. Eres muy guapo- fue la respuesta.
Según han recogido Sally Bowen y
Jane Holligan en El espía imperfecto, Montesinos, decidió estar acalorado,
llegó a quitarse la camisa frente a Chávez. Pero, de acuerdo con Vaticano, el
acoso no concluyó ahí, cuando por fin logró que el asesor se fuera a descansar. Durante la madrugada, Montesinos
se despertó y lo hizo llamar a su habitación con uno de los agentes de
seguridad que custodia la casa.
“El doctor (Montesinos) lo llama
urgentemente”, me dijo el agente, asegura Vaticano. Fui corriendo, pensando que
había ocurrido algo. Me pidió que me acercara como si fuera a contar un secreto
pero nuevamente intentó besarme y yo
otra vez volteé la cara. Montesinos no desistió: se levantó de la cama y se le
acercó, esta vez tratando de agarrarle el pene. Vaticano reconoce que también estaba ebrio, pero consiguió esquivarlo rápidamente. Intentó
agarrarme dos veces el falo, ilustra y sentencia. Tenía doble falo. Luego
cuenta, Montesinos se echó sobre la cama y se quedó profundamente dormido. Uno
de mis guardaespaldas que estaba en la ventana vio todo y me dijo, “Jefe, creo
que este señor patea con los dos pies”, asegura Vaticano.
Casi el mediodía del día
siguiente, Montesinos se levantó, salió de su habitación, no quiso tomar
desayuno, se despidió y se dirigió a Punta Arenas para abordar el helicóptero
de regreso a Lima, como si nada hubiera ocurrido, según Vaticano.
Del libro: Polvo en el Viento: Vaticano esplendor y miserias de un narcotraficante
Autor: Hugo Coya
Del libro: Polvo en el Viento: Vaticano esplendor y miserias de un narcotraficante
Autor: Hugo Coya
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