Cuando el barquito comenzó a naufragar
en la tormenta de los sueños nublados
y la voz de ella gritaba anarquía en
el cielo.
este loco iluso, quimerista comenzó
a enfermarse, se convertía en cuerdo.
Con el sol de un nuevo día perdido
y con la mochila de penas en la
espalda,
recordaba que en el cercano ayer
aprendió a escribir y gimotear.
Comprendió que el amor era un dulce
placer que traía un sublime dolor,
entendió que lo normal era engañar,
que el soñar era para los de su tribu
y se convenció que estaba más sano
en su locura responsable y real.
Ese camino que tenía un final
en las caricias de ella en otra piel,
le decía que le iban a echar del
sanatorio
que el adiós para siempre estaba cerca
y que las despedidas eran dulce para
los demás
y que el barquito naufragaría en el
mar de los recuerdos y los lamentos
(RJLR) (Escrita en el 2004)
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