Sólo era
observar. Se conformaba con verla. Todas las mañanas, era ese su ritual al
esperar el bus, la combi o el colectivo.
Roberto solo
imaginaba. Hacia un vuelo por ese anhelo
de hablarla o quizás más. Mucho más. Esa imaginación que hay veces lo traicionaba,
con erecciones. Siempre y por alguna razón le fascinaba las mujeres maduras, en
este caso muy maduras.
A “Beto” no
le interesaba las nenas cachimbas de su clase.
Tenía la
costumbre de frecuentar fiestas donde pululaban mujeres maduras.
Ahí estaba,
la señora del paradero. Los tragos dan valor a cualquiera.
-Yo me llamo Roberto-
-Tú no eres el chico del paradero-
Felicidad al
máximo, ella sabía que él existía.
La noche
avanza. Los tragos también.
-¡Espera un rato! Tranquilo, con calma-
De pronto “Beto”
sintió un bulto. No lo podía creer. No sabía qué hacer.
Y pensaba,
que se la veía hermosa, muy hermosa y bien hembra.
(R.J.L.R)
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