HERNANDO DE SOTO
La tensión llegó a su punto más
alto con el arribo de Hernando de Soto. El audaz capitán trajo
consigo refuerzos de gente experimentada; y la primera mujer
española: Juana Hernández, amante de este joven jefe o prostituta.
Con su conocida audacia Soto aspiró pronto a ser el segundo del
ejército; no ocultando su disgusto al ver en tal posición a otro
joven e impulsivo capitán, Hernando Pizarro, quien le llevaba la
ventaja insuperable de ser hermano del viejo jefe. La hueste de Soto,
también, casi se rebeló. Habían dejado esos soldados “el paraíso
de Mahoma” que era Nicaragua, con sus bellas indias, en pos de
tesoros que hasta el momento no veían.
A cambio de soñadas riquezas
sufrían guerras e incomodidades. No faltaron hasta fugas, como la
del cobarde Tesorero de su Majestad, Riquelme, quien se fue de
secreto en uno de los barcos de abastecimientos. Se lo retornó a la
fuerza, con orden expresa de Francisco Pizarro.Los ánimos al fin se aplacaron y a
los tres meses de haber llegado los Pizarro a Puná se da la orden de
pasar a Tumbes. Antes dispusieron algunas ejecuciones para calmar los
ímpetus levantiscos de los punaeños.
Estos indios no olvidarán
los ultrajes sufridos. Habrían de vengarse, años después,
comiéndose “coyuntura por coyuntura” al Padre Vicente Valverde,
ya primer Obispo del Cuzco. Lo capturaron tras naufragar en aguas
punaeñas, al reconocerlo como el irascible capellán de las primeras
mesnadas de la conquista del Perú.
(Del Libro: La Guerra de los Viracochas. Autor: Juan José Vega)
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