viernes, 24 de julio de 2015

IRLANDA



Para mucha gente,  Irlanda  evoca imágenes de verdes campos y valles cubiertos por la bruma. No obstante, fuera de la industria turística, un paisaje agradable no suele producir riqueza, de modo que este tipo de vistas sólo pertenece a las páginas  a todo color de los folletos de las agencias de viajes.
Cuando  Irlanda obtuvo si independencia como nación en 1922, era un país eminentemente rural. Sus gobernantes y ciudadanos miraban con codicia hacia el cuadrante nororiental de la isla, el cual seguía perteneciendo a Gran Bretaña. Esa región era más rica; era la única región de Irlanda que había presenciado una extensa industrialización. Así, el resto de la isla parecía destinado a permanecer eternamente verde y pobre; su mayor exportación era la gente. Esto propició que la falta de autoestima creciera. Había un sentimiento de que el país era víctima de fuerzas más allá de su control.
A partir de 1960 se realizaron intentos por atraer  industria manufacturera del extranjero. La Autoridad de Desarrollo Industrial (IDA,  por  su sigla en inglés), una oficina  gubernamental, construyó infraestructura e instalaciones  industriales, mientras que el gobierno ofrecía  generosas exenciones  de impuestos, como una moratoria de diez años sobre pagos de impuestos corporativos. Estas maniobras tuvieron éxito solo en parte. La competitividad irlandesa era baja. Y la infraestructura  (a pesar  de los mejores esfuerzos de la IDA) en muchos sectores se encontraba hundida en un abismo. Un ex director de la IDA contaba que, en cierta ocasión, llevaron en helicóptero a un potencial inversionista a ver un lugar para unas instalaciones  para que no sufriera por el espantoso estado de las carreteras.
A fines de los años 70 y principios de los 80, la geografía física todavía desempeñaba un papel importante en la economía internacional, y la localización de Irlanda en la lejana periferia occidental de Europa significaba que simplemente estaba demasiado lejos de los mercados potenciales. A la  mayoría de quienes se establecieron allí los atrajo la posición de Irlanda como miembro de la Comunidad Europea. La dependencia del país de las operaciones comerciales en el exterior hizo al sector industrial vulnerable a las tendencias en el ciclo global de los negocios.
La  emigración de Irlanda aumentó de nuevo en la década de 1980, pero a diferencia de muchos de los primeros emigrantes de ese país, ahora solían ser personas con muy buen nivel de educación  las que abandonaban la isla. Asimismo, a diferencia de los primeros emigrantes, con frecuencia regresaban a Irlanda después de haber adquirido experiencia y buenos contactos fuera del país. Comenzó entonces a surgir entre los irlandeses un nuevo sentimiento de autoestima y, con éste, una  nueva actitud hacia el resto del  mundo. Irlanda ya no era un lugar de exilio sino uno e oportunidades y una fuente de prosperidad.
El  hecho de que el país no hubiera aprovechado la oportunidad de emprender la industrialización se iba viendo, cada  vez más, como una bendición. Ello significaba que no existía allí una planta industrial  inactiva ni una  fuerza de trabajo desempleada, nacida y criada para la industria pesada. Significaba también que la economía del país podía aprovechar las nuevas tendencias al otro lado de sus fronteras  en la economía global. Irlanda podía comenzar desde cero. A fines de los 80, los desarrollos de la tecnología cibernética dejaron bien en claro que los empleos y la prosperidad  podían encontrarse en el extremo del cable de teléfono. El potencial de Irlanda para desempeñar un papel trascendental  en el sector de la tecnología de la información se volvió una realidad. Se promovió una mayor preparación en el campo de la informática entre todos los sectores de la población, y se mejoró la infraestructura de las telecomunicaciones. En 1992 surgió la visión de Irlanda como el “centro  electrónico de Europa”. Europa se encaminaba en dirección a un mercado único,  así que  ¿por qué  no podía  Irlanda encontrar un nicho muy rentable  como base para la penetración de las telecomunicaciones en ese mercado? El país ya contaba con una gran base de trabajadores jóvenes y bien preparados que podían satisfacer las demandas de la mano de obra de los inversionistas.
La naturaleza visionaria y casi profética del concepto de centro electrónico se hace evidente cuando se recuerda que fue desarrollado en 1992, es decir. Antes de que Internet se integre al mundo comercial.

Del Libro: EL PRÓXIMO ESCENARIO GLOBAL. Autor:  Kenichi Ohmae

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