Es por todos conocida la figura del “amigo de la familia”.
Se caracteriza por su extraña asexualidad y porque está dispuesto en todo
momento a tomar parte en las preocupaciones, necesidades y alegrías de la vida
familiar Da igual si ha sido la mujer quien, ya hace mucho tiempo, lo introdujo
en el matrimonio como una persona de confianza, o que el marido haya hecho
extensiva la relación de una forma natural a su amigo o colega de trabajo de más
confianza, o que ambos hayan convertido una nueva amistad en un amigo
común; el caso es que él es el
confidente del alma, el que presta oídos de forma neutral o parcial a las
dificultades de la relación, sin adoptar de ninguna forma el papel competidor.
Esta figura del “amigo de familia”, será sin duda conocida por todos. En las
entrevistas, sin embargo, este “amigo de la familia” aparecía en un contexto
completamente diferente. Aquí era el cónyuge o compañero sentimental, el que se
había convertido en el confidente, en el amigo del alma, valorado por su
talante cooperador, por su confianza, por su lealtad, mientras que otro adoptada
el papel de pareja sexual. Este intercambio de papeles me lo he encontrado en
más de una ocasión y con muchas variantes.
Anne (52 años, independiente, a la que conocemos del primer
apartado) tuvo durante 17 años de su vida, durante los cuales estuvo casada y
tuvo una relación posterior a la separación de ocho años, un único y mismo
amante. La pregunta de por qué nunca tuvo a su amante como pareja se torna acuciante.
He aquí la respuesta:
“Sencillamente nunca se planteó el tema. Hemos vivido juntos
nuestras fantasías sexuales y lo hemos pasado en grande. Eso no lo puedo negar.
Evidentemente, en un affaire tan largo, acabas sabiendo cosas de la vida
ordinaria del otro. Sin embargo, los sucesos cotidianos de uno nunca tuvieron
repercusión en la vida del otro. Nos compenetrábamos y todo es que se dice,
pero cuando yo, por ejemplo, me sentía estresada en mi relación, eso no era ni para
Cornelius ni para mí un argumento para dejar o modificar nuestra relación, o al
revés. Era como si se lo contase a un amigo con el que además me acostaba. Sé
que muchos lo encontrarán curioso y por eso he dejado de contarlo en
determinadas ocasiones o a ciertas personas. Él constituyó una de las etapas
más hermosas de mi vida, aunque ésta fuera secreta”.
Anne puso fin a este largo affaire en el momento en que
decidió apartar, por un tiempo, de su vida a los hombres. Después de la
separación y del final de la siguiente, quiso vivir alejada de los hombres y se
separó, con gran pesar; también de Cornelius. Después de unos años inició una
nueva relación. El contacto con Cornelius, que entretanto se había casado,
actualmente es esporádico y puramente platónico.
Julia (que tiene 39 años y trabaja en el campo de la
pedagogía social) vive con el padre de sus dos hijas. Se conocen desde los
tiempos de la escuela y tienen, después del paso de estos años, una profunda
relación basada en la confianza. Ella lo
aprecia mucho como padre de sus hijos y también como pareja y amigo. Él es, por
decirlo así, el profundo conocedor de su alma y ella, por su parte, no
entendería su vida sin él. La tolerancia de él se extiende incluso al amante de
su mujer que conoce desde hace tiempo. Sabe que Julia siente debilidad por él y
que duermen juntos siempre que se presenta la ocasión. Estas oportunidades se
dan rara vez, ya que su amante vive a unos 1.000 kilómetros, pero si los
asuntos de negocios o privados le acercan a su casa, conciertan un encuentro.
El marido de Julia lo sabe, pero no desea conocer ningún detalle, y no está
dispuesto a compartir con ella su “resaca” emocional tras el encuentro y la
despedida. De todas maneras, unas breves vacaciones pasadas con el amante, lo
pusieron al límite de su tolerancia y se acordó que esa situación no volvería a
repetirse.
“No quiero que sufra más por eso. Tampoco los niños deben
salir perjudicados. Esto es muy importante para mí, pues la relación con Peter
no tenía que ver con mi familia, es un asunto que sólo a mí me compete. Pero como le hizo tanto daño el hecho de que
pasase tanto tiempo con Peter; he decidido no repetirlo en el futuro. El precio
resultaría demasiado alto. No obstante, es bonito encontrarse con él cuando
viene alguna vez y también dormir con él. Lo encuentro muy erótico. Mi marido y
yo también dormimos juntos, pero las relaciones sexuales son muy esporádicas y
totalmente distintas. Nuestra sexualidad es cálida y cándida. Con mi amante la
experimento de un modo tan impulsivo, que pierdo el control”.
Algo así sucedió a Senta con este híbrido de amigo y amante.
Es una mujer madura y atractiva, de 37 años, que vive en el centro de una gran
ciudad con su marido, considerado por sus amigos un esteta dotado de gran
sensibilidad. Ella está muy comprometida con su profesión y tiene una vida
plena. El ideal que presidía sus primeras relaciones, esto es, marido, dos
niños, casa, trabajo, para siempre y eternamente, se ha ido modificando en el
transcurso de sus experiencias en el seno de la pareja. De hecho, Sena se ha
casado con un hombre con el que duerme “mejor que nunca”. La falta de interés
por la sexualidad proviene, evidentemente, de él. En los primeros años ella
llegó a desesperarse. Buscó las causas y posibles estrategias de dominio de la
situación, intentó buscar la ocasión para hablar sobre ello con su pareja,
persuadirle de buscar asesoramiento sexual y de pareja, se interrogó a sí misma
y finalmente, a la vista de su cerrazón, se resignó.
“Fue curioso lo de Tobías. Todo lo que tenía que ver con la
sexualidad, sencillamente no le interesaba en absoluto. Tampoco quería hablar
sobre nuestra vida sexual, que era tan poco común. Parecía satisfecho y, cuando
un tiempo después nos casamos, daba la sensación de que tuviese el sentimiento
de que ya nada más podía pasar y que las cosas permanecerían así eternamente.
Yo me sentía desarmada e impotente. Como ambos estábamos muy entusiasmados con
nuestros respectivos trabajos, nuestros mundos se fueron distanciando. Durante
un tiempo, no pudimos ni siquiera ir juntos de vacaciones.
“Al empezar un nuevo proyecto junto con un colega, empecé a
compartir con él más tiempo, más ideas y sentimientos que con mi marido. El
trato fue intenso y cada vez más personal. Sepa usted que mi marido nunca hablaba
de sentimientos. La intimidad que sentía hacia mi colega era para mí cada vez
más importante. Mi marido también estaba frecuentemente ausente, por razones de
trabajo, en el extranjero. Hasta ese momento no me había preocupado en
absoluto. Yo tengo mi profesión, mis amigas y mis hobbies, y muchos intereses
culturales. Al no tener hijos no me sentía ligada de un modo especial. Debo
decir que incluso había renunciado a tener hijos, precisamente por ese motivo.
No quería estar atada a la casa, cuidando de un niño, mientras mi marido estaba
de viaje.
“Mi colega también está casado y nos asegurábamos mutuamente
que los dos éramos felices en nuestros respectivos matrimonios. A pesar de
ello, se produjo, durante un viaje de negocios, un primer encuentro sexual. Fue
realmente maravilloso. Gracias a esa sexualidad tan apasionada se me hizo claro
que con mi marido todo estaba reprimido. En realidad, yo era muy sensual. Todo
siguió igual durante un tiempo hasta que nuestras respectivas parejas lo
descubrieron. Mi marido se desmoronó y se mudó por un tiempo. He hablado de eso
con muchas de mis amigas, pero nunca con él. En un momento dado volvió y todo
comenzó desde el principio. Hasta hoy, nunca hemos hablado del tema. Sé que de
algún modo sabe lo que tiene que ver con nuestra sexualidad. Dado que él no quiere o no puede hablar del
tema, somos incapaces de asumirlo. Creo que en aquella ocasión nuestro
matrimonio estuvo realmente en jaque. Yo me sentía terriblemente desorientada.”
La falta de dialogo en el matrimonio de Senta nunca ha
cambiado. Ella se decidió, tras un período muy doloroso y de reflexión, a
seguir viviendo con su marido, con el que coincide muchas facetas de la vida.
Sus inclinaciones en relación con la cultura, la política y los viajes son casi
idénticas. En la mayoría de las cuestiones de gusto, como la indumentaria, la
decoración, las comidas, coinciden. Cuando se presentan juntos, se nota la armonía
en muchos aspectos. Senta sabe que con otro hombre echaría de menos estas
afinidades.
Un año después del affaire que relatábamos más arriba,
inició una nueva relación sexual con otro hombre. Esta vez no se engañó, sino
que reconoció inmediatamente que el diálogo y la sexualidad están en primer término
Senta y su marido son personas elegantes y distinguida. Su amante era el tipo “gallito”,
que nunca podría pasar más de un día juntos.
“La sexualidad sencillamente no fue el origen de nuestra
relación y tampoco el fundamento decisivo para nuestro matrimonio. Entre tanto el sexo se ha convertido en una
cuestión dolorosa y, por tanto, en un tema tabú entre nosotros. Tengo miedo de
que la poca atracción física que existe entre nosotros desaparezca a causa de
tanto hablar sobre el tema. Nuestra unión se fundamenta principalmente en el
terreno espiritual y, de alguna manera, teníamos la esperanza de que lo otro
surgiría por sí mismo. Pero eso nunca ocurrió.”
Senta ha comprendido a aceptarlo. No lo percibe como una
resignación, sino como la decisión libre de estar junto a su esposo. Cuando la
necesidad de contacto físico se hace accidente, sufre por ello y no sabe hacer.
De todos modos, no excluye por principio que pueda vivir su sexualidad con
otros hombres si se da el caso. Ya no cree que la compenetración sexual sea la
base de una relación, sino que da más importancia a los ámbitos que
evidentemente comparte con su marido.
Estos tres ejemplos deberían haber demostrado que la figura
del “amigo de la familia” puede hacerse presente en la persona del cónyuge. El
amigo y confidente vive en la propia casa, y el amante está fuera.
Del libro: ¿Por qué somos infieles las mujeres? De: Gisela
Runte