Salí de las
vacaciones útiles muy temprano. Ese día no íbamos hacer el curso de dibujo
técnico. En la oración de salida, el padre de la congregación de los
Salesianos, pidió orar por aquellos que en ese instante estaban en el hospital.
Me acordé de ella.
Salí rápido,
deprisa, quería llegar a casa y hacer mis cosas. Ese día me tocaba visitarla.
En el camino
me encontré con mi amigo Mario, yo estaba en el bus, él en su camioneta.
- -Ven, baja, quiero decirte algo.
Bajé, me
miró y me dijo sube. Me comentó que mi padre me estaba buscado con urgencia,
para mí eso erar raro. Mi papá sabía que estaba en las vacaciones útiles en los
Salesianos.
- -Te voy a llevar a tu casa. ¿De dónde vienes?
Pasamos por
la Unidad Escolar, por el Grifo Santa Inés, entramos por la calle Chicago, de
pronto entramos a mi cuadra, el pasaje Cultura. Desde la esquina estando dentro
de la camioneta de Mario, podía ver a mis amigos y amigas en la puerta de mi casa,
me daba la impresión que estaban jugando carnavales.
Baje. Sus
miradas me descuadraban. Sus rostros no eran de felicidad, eran de pena,
lastima.
De pronto
apareció la figura de la señora Rosita, junto con su hija Anita, desde la
puerta de su tienda me llamaron, me llevaron a su sala.
- - La vida es así, ella siempre estará contigo,
siempre te amará
Me asuste.
Pregunte por mi hermana Silvia, me dijeron que está bien y que mi padre estaba en el hospital y que
iba a traerla a ella.
De pronto entró
mi prima Anita y mi tía Fortunata, llorando.
Mi corazón
cayó en mil pedazos, su imagen vino a mi mente, me vi bebe y ella cargándome.
Esa mañana
del viernes 4 de febrero de 1983, Paula había muerto. Mi madre.
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