viernes, 28 de agosto de 2015

EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA - LOS PRIMEROS LADRONES

Libreto:
MARINERO —¡¡Tierra!! ¡Tierra a la vista!
LOCUTOR —En la feliz madrugada del día 12 de octubre de 1492, el joven marinero español Rodrigo de Triana, desde el alto mástil de La Pinta, divisó por vez primera las tierras de América.
¡Amanecer de un nuevo mundo! ¡Fecha memorable en que se unieron en un abrazo de razas las dos mitades del planeta: España y América, América y España! ¡Celebramos el ciento quintenario, perdón, el quinto centenario de aquella epopeya de valientes, forjadores de la historia!
VECINA —¡Qué hombres aquellos! ¡Qué mollejas tenían! Ese Colón, mira que atreverse a venir de allá para acá montado en un barquito!
ABUELO —¡Chsst! ¡Cállese y deje oír, señora!
COLON —Os agradezco, Señor, por haberme librado de las acechanzas del viento y del mar. Vuestra mano poderosa me ha conducido sano y salvo hasta estas lejanas tierras. ¡Gracias os doy, Señor! ¡Todos los libros de historia mencionarán mi nombre y hablarán de este momento!
MARINERO —¡Tierraaa...!!
VECINA —¡Qué momento, señores, qué momento! ¿Qué sentiría don Cristóbal cuando ya iba a poner la pata en tierra?
ABUELO —Yo siempre digo que la historia del mundo se divide en dos: antes de Colón y después de Colón.
LOCUTOR —El almirante Cristóbal Colón cae de rodillas, besa el suelo de América, alza el estandarte español y, clavando la cruz en tierra, exclama:
COLON —¡En nombre de Dios y en nombre de sus Católicas Majestades, la Reina Isabel y el Rey Fernando, tomo posesión de esta tierra que he descubierto y de todas las tierras que en lo sucesivo descubriré!
VECINA —A mi se me ponen los pelos de punta cuando oigo estas cosas!
¡Qué grande fue el descubrimiento de América!
COMPADRE —Y lo más grande, ¿sabe qué fue, señora? Que Colón llegó aquí por carambola.
VECINA —¿Cómo que por carambola?
COMPADRE —Sí, por pura casualidad. El creía que había llegado a Asia, a la India, por el otro lado del mundo, navegando en la dirección del sol. Y todavía se murió creyendo que aquella islita del Caribe, y Venezuela, y Cuba, eran parte del Japón.
ABUELO —¡Pues bendito error porque gracias a eso, nos descubrió!
COMPADRE —Bueno, señor, ya nosotros estábamos descubiertos por nosotros mismos, ¿no le parece?
VECINA —Oiga, ¿y qué es lo que andaba buscando Colón tan lejos? ¿Para qué quería ir hasta el Japón?
COMPADRE —Pimienta, nuez moscada, clavo de olor, jengibre, canela... Aunque parezca mentira, lo que venía buscando Colón era eso. La pimienta y la canela se usaban en aquel tiempo para conservar la carne. Claro, la mayoría de la gente no las necesitaba porque no comía carne. Eran los reyes, los ricos, los que andaban detrás de esos condimentos. Una bolsa de pimienta valía entonces más que la vida de un hombre. Y como había tan poca, estaba carísima.
MERCADER
ITALIANO
—¿Carísima? ¡Oh, no!, ¿cómo será posible que la sua majestá, la reina Isabel de España, dica questa cosa?
Pruebe, pruebe... ¡Pimienta negra traída de la India, del más remotísimo oriente!
REINA
ESPAÑOLA
—Y cobrada al más altísimo precio. Vosotros, los mercaderes de Venecia, estáis estrangulando a todas las cortes de Europa!
MERCADER —¡Mama mía! ¡Estrangulando! No, majestá, lo que estamos es adornando con collares de perlas los pescuezos de las reinas, y sazonando los almuerzos de los príncipes! Má, olvide agora la pimienta y mire questa pochelana china... ¡belísima! ¿Y questa alfombra de Persia? ¡Delicadísima!
COMPADRE —No era sólo la reina Isabel de España. Todos los reinos de Europa andaban alborotados buscando una nueva ruta hacia la India, hacia el Japón. Allá se conseguían todos esos lujos. Pero el negocio lo controlaban los comerciantes italianos.
Portugal se lanzó por el mar, bordeando África, para llegar a aquellos países. Y España le pagó el viaje a Colón para ver si encontraba un camino más rápido por el otro lado. Ese era el problema: que los reyes y las reinas necesitaban condimentos para sus banquetes. También necesitaban oro y plata para pagar a los comerciantes que les traían los condimentos. Y que les traían, además, joyas, alfombras y sedas para sus palacios.
Cuando Colón llegó a América, pimienta no encontró. Pero encontró indios y...
COLON —¿De dónde viene ese oro que lleváis colgado en las narices y en las orejas, eh? ¿Que de dónde viene, digo? ¿Japón? ¿Esto es Japón? ¿O la China? ¿A dónde he llegado yo? ¿Y con vosotros, qué pasa, sois mudos? No, no me ofrezcáis pajaritos de colores, para qué los quiero. El oro... ¿de dónde lo sacasteis? ¿De dónde?
COMPADRE —Y como buen comerciante, Colón no perdió la oportunidad. Ahí mismito les cambió a los indios sus adornos de oro por pedazos de vidrio, espejitos, chucherías que traían los marineros. Y cuando se supo en España el resultado de la aventura de Colón...
ESPAÑOL —¡Tenía razón el almirante, la tierra es redonda!
OTRO ¡Redonda, pero no como un huevo! ¡Sino como un doblón de oro!
COMPADRE Y el grito de Rodrigo de Triana al llegar a América...
MARINERO ¡¡Tierraaa...!!
COMPADRE ... se escuchó de manera muy distinta en España...
MARINERO ¡¡Orooo..!!
COMPADRE En España y en toda Europa. Porque todo el mundo se enloqueció con el descubrimiento del oro de América. En poco tiempo, la noticia corrió de boca en boca y de puerto en puerto...
ESPAÑOL —¿Quién dijo oro? ¿Dónde está?
OTRO —¿Quién viaja conmigo? ¡Necesito 100 hombres audaces! ¡A las Indias, vamos a las Indias! ¡A los valientes ayuda fortuna!
Era una fiebre de oro. Las tierras vírgenes de América encendían la codicia de los capitanes, de los soldados en harapos, de los presos reclutados en las cárceles de Sevilla. Los comerciantes y los banqueros pagaban los viajes y cobraban la mayor parte del botín. El oro iba a remediar todos los males de Europa. Con el nuevo oro se iban a pagar todas las deudas y a comprar todos los lujos.
VECINA —Bueno, pero al lado de los que buscaban oro, iban los misioneros que nos predicaban a Cristo y a la Virgen. Valga una cosa por la otra, digo yo.
ABUELO —Así es, así es, señora. La mejor herencia que nos dejaron aquellos hombres fue la religión verdadera, el catolicismo.
COMPADRE —Sí, la verdad es que la Iglesia Católica y... y bueno, hasta el mismo Papa tuvo mucho que ver en este asunto de América...
PAPA —Yo, Alejandro Sexto, sumo Pontífice de la Iglesia por la gracia de Dios, entrego a la cristianísima corona de España todas las tierras que se descubran hacia el occidente. Y a la no menos cristiana corona de Portugal, todas las tierras que se descubran hacia el oriente.
Y el Papa firmó un documento y cortó el mundo en dos como quien corta un pollo: América para España y África para Portugal. Así lo dispuso el Pontífice Alejandro Sexto en 1493, sólo un año después de llegar Colón a América.
VECINA —Por lo que veo, ese Papa era muy generoso con lo ajeno.
ABUELO —Más respeto con el Papa, señora.
VECINA —Pero, Óigame señor, ¿qué es eso de andar regalando países como el que regala caramelos?
ABUELO —Bueno, señora, eran otros tiempos...
COMPADRE —El caso es que el Papa Alejandro Sexto, que por cierto era español, le regaló a España todas las tierras de América para que las evangelizaran. A cambio del evangelio, los españoles podían quedarse con el oro de los indios... y hasta con los indios.
¿Saben ustedes cómo hacían los españoles antes de entrar en un poblado indígena? Pues hacían un «requerimiento». Llevaban una especie de notario y delante de él debían leer un discurso. En ese discurso se informaba a los indios que todas sus tierras habían sido regaladas por el Papa a los reyes españoles. Y, por lo tanto, los indios debían obedecer, aceptar la orden del Papa y bautizarse. Eso era lo que se les «requería».
VECINA —¿Y si los indios no «querían» eso que les «requerían».?
ESPAÑOL —Si no lo hacéis o tardáis en hacerlo, os certifico que con la ayuda de Dios nosotros entraremos con toda nuestra fuerza contra vosotros y os haremos la guerra por todas partes. Y tomaremos vuestras personas y vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos. Y tomaremos vuestras propiedades y os haremos todos los males y daños que podamos. Y de las muertes y daños que os hagamos, ¡seréis vosotros los culpables y no nosotros!
VECINA —¡Qué barbaridad, Dios mío! O sea que vienen a mi casa, me roban, me violan, me matan, y encima soy yo la culpable!
COMPADRE —Así era al principio. Después, para acabar más pronto, el discurso lo leían en latín, sin traducción...
VECINA —Pero, entonces los indios no entendían nada...
COMPADRE —Por eso mismo. Lo leían en latín, y a media noche... y a media legua de los caseríos.
BARTOLOME —Entraban los españoles en los pueblos y no dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas que no desbarrigaran y hacían pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría un indio por medio o le cortaba la cabeza de un tajo. Tomaban las criaturas por las piernas y daban con ellas en las piedras. Hacían unas horcas largas y de trece en trece, en honor de Jesucristo y los doce apóstoles, los quemaban vivos. Para mantener a los perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y los destrozaban, y tenían carnicería pública de carne humana, y les echaban los pedazos a los perros... Yo vi todo esto y muchas maneras de crueldad nunca vistas ni leídas...
ABUELO —¡Basta ya! ¡Usted es un comunista! ¡Y no tolero que usted siga hablando disparates y difamando a aquellos héroes!
COMPADRE —No los difamo yo. Eso que usted acaba de oír lo escribió el obispo Fray Bartolomé de las Casas en 1552. El vio todas estas cosas con sus propios ojos.
ABUELO —Otro comunista sería ése...
COMPADRE —Bueno, el comunismo no se había inventado todavía. Ni la teología de la liberación. Lo que yo hago es contar la historia.
ABUELO —Usted manipula la historia, que es distinto. ¡Calumnias! A mí me consta que muchos indios se bautizaron.
VECINA —Más le valía hacerlo, claro...
COMPADRE —Pues si supiera que tampoco les valía. Porque si se bautizaban ya eran cristianos. Y si eran cristianos, ya eran siervos del rey de España. Y si eran siervos del rey, tenían que entregarle todo el oro como impuestos. Y cuando se acababa el oro, el impuesto lo pagaban trabajando como esclavos para los españoles.
VECINA —Caray, pero entonces... ¡me matan si no hay bautizo, y si hay bautizo me matan!
Y los mataban en los ríos de Haití, de Dominicana, en los lavaderos de oro, con el agua a la cintura, moviendo y removiendo la arena del fondo por si traía el polvillo dorado. Miles y miles de indios del Caribe murieron en aquellos trabajos forzados.
INDIO —Todavía no lo entiendo. Cuando los hombres blancos vinieron por el mar, no les hicimos daño. Llegaron a nuestra tierra y les dimos a comer pan de casabe. Abrimos el bohío para ellos. Luego fue la espada con filo, los colmillos de los perros... y el látigo. Y robar nuestras mujeres. Y al río, a buscar oro, noche y día buscando. Eso sólo querían: oro. ¿Les alcanzarían los cuerpos para tanto adorno? Tanta lágrima fue, tanta tristeza, que le perdimos amor a la vida. Y nos dejamos ahogar en el mismo río. El más abuelo se amarró una piedra al cuello y fue al torrente. Nosotros detrás. Con humo venenoso nos matábamos. Con la amargura de la yuca nos matábamos. Nos ahorcamos con nuestras propias manos. Después quedaron las palmeras solas.
Se mataron, los mataron, los contagiaron de viruela y sífilis. Los indios no tenían defensas ante las enfermedades nuevas, que no se conocían en América. Así se despobló Cuba, Jamaica, Borinquen, Haití... y todas las islas pequeñas del Caribe.
PERIODISTA —A la llegada de los españoles, Haití contaba con una población de 500 mil indígenas. Veinte años más tarde, apenas quedaban 30 mil esclavizados por los españoles. 470 mil habían muerto. 50 años más tarde, ya no había un sólo indio para contar lo ocurrido.
VECINA —¡Cuánto muerto, Virgen santa, cuánto abuso!
ABUELO —Oiga usted, eso hay que demostrarlo. A ver, ¿de dónde está sacando esos datos? ¡Eso es una exageración!
COMPADRE —¿Exageración? Creo que me quedé corto. Algunos historiadores hablan de un millón y hasta de 3 millones de indios que vivían en el Caribe. Bastaron muy pocos años para acabar con todos ellos. Y también para acabar con el poco oro que había en los ríos de las islas. Y ahora, ¿qué? ¿Dónde encontrarían más oro los españoles?
CORTES —¡En tierra firme! ¡En el imperio de los aztecas!
Hernán Cortés se embarcó hacia México y destruyó la gran ciudad de Tenochtitlán. Lo cuentan las voces de los vencidos.
MEXICANA —¡Lo recuerdo, no se me borra! ¡Se aturdían las orejas! ¡Venían con truenos, lluvia de fuego, y en venados altos, de hierro!
En América no se conocían los caballos, ni las armaduras ni la pólvora. Ante el estampido de los cañones y los arcabuces, los indios se espantaban, huían. De nada les servía la flecha ni el escudo de guerra.
MEXICANA —Con los tesoros del templo, hicieron una gran bola de oro. Y dieron fuego a todo lo demás. Como si fueran monos buscaban el oro, tenían hambre furiosa de oro. Como puercos hambrientos lo deseaban...
Pero no se saciaban nunca. Fueron hacia el sur. En el Perú, el emperador inca Atahualpa trató de aplacar a Pizarro llenando un cuarto entero de oro y dos de plata. No bastó para salvar su vida ni la del imperio del sol. El español lo degolló y se lanzó sobre el Cuzco a golpes de hacha. Francisco Pizarro, un analfabeto que había sido criador de cerdos, rompió los adornos de las ceremonias sagradas, las joyas antiguas, los dioses, los brazaletes, las diademas de la fiesta... Todo se convirtió en barras de oro español.
PERUANO —Nada dejaron los recién llegados. Trabajo de años y mano suave, todo rompieron. Nada para alegrar a la madre tierra. Nada donde pueda reflejarse el padre sol.
Fundieron todo el oro y lo embarcaron hacia España. Pero querían más. Buscaban oro en las lagunas, en las selvas, en el fondo de los volcanes. Buscando oro, llegó Núñez de Balboa al Pacífico y Alvarado a Guatemala. Buscando oro, Pedro de Valdivia atravesó el desierto hasta Chile. Y Lope de Aguirre enloqueció tratando de hallar aquella ciudad de El Dorado que nunca aparecía...
ABUELO —La conclusión que saco de lo que aquí se ha dicho —si esos datos son ciertos— es que los de allá eran unos grandísimos ladrones. Y los de acá, unos perfectos idiotas.
VECINA —Ay, no, señor, no hable así de los muertos...
ABUELO —Pero, señora, cómo es posible que imperios tan grandes se dejaran ganar tan sosamente.
COMPADRE —No se olvide de la pólvora, de las enfermedades. Y una enfermedad peor que todas: la desunión. Cuando los españoles llegaron, nuestros pueblos estaban muy divididos. Los tlaxcaltecas odiaban a los aztecas, los caribes le hacían la guerra a los taínos, los de Quito contra los del Cusco... Atahualpa y Huáscar eran hermanos. Pero hermanos enemigos. Los españoles aprovecharon estas divisiones y nos traicionamos unos a otros. Yo creo que el mayor error de nuestros abuelos fue ése: estar desunidos frente a los invasores.
VECINA —¿ Y son esas cosas tan horribles las que celebramos el 12 de octubre, ese que llaman Día de la Raza? ¡Pues vaya una celebración!
ABUELO —Bueno, señora, celebramos e/ descubrimiento de América.
COMPADRE —El desangramiento, querrá decir usted.
VECINA —Y dígalo bien alto. Que si el comienzo fue así, ¡¿cómo será lo que vino detrás?!


CON USTEDES EL DOCTOR VLADIMIRO

Se aproximaba la segunda vuelta electoral y en sus desesperación por revertir la tendencia popular que acababa para siempre con el idílico  de Mario Vargas Llosa  de ser el primer magistrado de la República, su Comando de Campaña  gasto sumas millonarias en presentar al contendor como un ciudadano que había hecho fraude fiscal al evadir el pago de impuestos en la venta de varias de sus propiedades inmuebles. La “propaganda negra” estaba en marcha y puso de nervios de punta a don Alberto Fujimori.

“Yo conozco a un abogado que puede resolver el asunto en menos de lo que canta un gallo”, le dijo Paco Loayza a doña Susana. “Tráemelo de inmediato”, dispuso ella. Y fue así como Paco Loayza fue en busca de don Vladimiro para hacerle el favor más grande de su vida.

Antes de acudir donde doña Susana, el Dr. Montesinos Torres visito el SIN a fin de pedir autorización para entrevistarse con ella. Fue inmediatamente instruido  para llevar la documentación  exculpatoria que había evacuado la Fiscalía, pues el aparato de inteligencia ya había adoptado sus previsiones  cuando advirtió el volumen de la campaña de  descrédito.  Gracias a coordinaciones  previas  el Dr. Pedro Méndez Jurado  y sus fiscales actuaron con celeridad, con criterio jurídico y político, para echar por tierra una conspiración legalista, paralela a una conspiración militar, ya en ciernes, y tal vez relacionada con ella. El Fiscal de la Nación, sin conocimiento del Ing. Fujimori, sustento y evacuó las resoluciones exculpatorias que entrego al SIN. El problema estaba resuelto definitivamente.

Al día  siguiente Vladimiro se puso su mejor terno y de dirigió a Monterrico. Le recibió doña Susana con quien conversó algunos minutos antes de que ella lo condujera a casa de su cañada Rosa Fujimori donde estaba el candidato. Allí  se sentaron alrededor de una mesa a discutir el grave problema.
-Yo conozco la denuncia, dijo el Ingeniero

- Aquí  está, contestó el abogado entregándolo el documento que contenía el texto de la denuncia.
- ¿Qué solución podemos buscarle?
- Aquí está, dijo el abogado poniendo en manos del candidato la Resolución exculpatoria firmada por el Fiscal de la Nación  que el SIN  había entregado a Montesinos.
-¿De esta manera que todo está resuelto?
-Sí ingeniero, y aquí tiene usted la copia del documento en que el testigo presentado se retracta.

En el acto, sin más dilaciones, el Dr. Montesinos Torres quedó nombrado Asesor Legal de Fujimori.
¿Le dijo Montesinos a su nuevo e importantísimo cliente que todo ello  se debía a la diligencia y preocupación del Servicio de Inteligencia Nacional? ¿Calló la verdad para presentarse como Ángel  de la Guarda de futura familia presidencial? Eso solo lo saben 5 personas. El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, don Alberto y don Vladimiro. A lo mejor lo dijo, con honestidad y verdad. A lo mejor, también, se ganó la indulgencia plenaria con avemarías ajenas.

Del Libro: El Espía de Fujimori
Año:1997

Autor: Augusto Zimmermann Zavala     

sábado, 15 de agosto de 2015

LOS PRIMEROS PASOS DEL FUTBOL EN AREQUIPA


Sin lugar a dudas el fútbol es una de las disciplinas deportivas que mueven pasiones, actividad que está bien arraigada la historia de las diversas comunidades a nivel mundial, y de esta realidad Arequipa no puede estar ajena.

No existe un versión indiscutible al cien por ciento de cómo llegó el fútbol a Arequipa. Lo más probable es que esta  disciplina deportiva  arribó por el puerto de Mollendo en los primero años del siglo pasado.
Los primeros indicios documentados  de este deporte en Perú,  es registrado   en los  avisos que fueron publicado el 3 de agosto de 1892, en los periódicos  El Nacional y El Callao, donde informan textualmente: “Football- el domingo 7 de agosto  se verificará un desafío  de football entre limeños y chalacos en Santa Sofía, Lima, organizado por los señores Larrañaga y Foulke, principiando a las tres de la tarde”.
Se conoce que los protagonistas de este cotejo la mayoría eran miembros de la colonia inglesa, el partido culminó igualado  a un gol por bando.

Pero existe un ensayo escrito por el poeta José Gálvez, donde en base a una conversación con Alfredo Benavides Canseco, (uno de los fundadores de la Confederación Deportiva Peruana en 1917) que señala que el fútbol se habría iniciado varios años antes específicamente en 1870 y que el promotor fue Alejandro Garland que vivió en Europa y tras volver a Perú, organizó una serie de encuentros, pero que la práctica de este nuevo deporte se tuvo que truncar por el inició la Guerra del Pacífico, en 1879.

Entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX, la mayoría de los arequipeños que deseaba viajar a Lima, tenía que hacerlo necesariamente por barco, es decir trasladarse primero hasta  Mollendo y luego al Callao, en consecuencia el viaje duraba varios días.

Precisamente la tradición nos indica que el fútbol llegó desde Lima por Mollendo con los marineros ingleses.
Pero  hay escritos que sostiene que no fueron precisamente los llegados de Inglaterra  los que trajeron este deporte sino un francés. Es que en el año  1898 los sacerdotes Idelfonso del Olmo, Plácido Hurtado y el Hermano A. Agote  fundaron o reabrieron el Colegio San José  que se ubicó en la Plazuela de Santa Marta, entre ellos también estaba el reverendo padre Alfredo Bernard de nacionalidad francesa, fue él quien inculcó a los jóvenes a la práctica  del fútbol y poco tiempo después quien organizó el primer encuentro de fútbol escolar, entre sus institución y el Colegio Independencia Americana de la calle San Agustín. No está claro si este partido se jugó en las instalaciones del Colegio San José o en el Canchón de Santa Marta, pero lo que si sostiene que el triunfo fue para los jesuitas.
Pero, lo más probable es que la masificación del fútbol en Arequipa, se dio con  la llegada del inglés conocido como Míster Loree.  En los primeros años del siglo XX, se instalan las primeras fábricas  textiles entre ellas la de Mariano Bedoya Forga, este empresario tenían varios hijos y sabía los beneficios de la educación inglesa, es por eso que mando a traer a Loree.

Este joven profesor, también era jugador de fútbol y fue quién trajo a Arequipa la primera pelota reglamentaria  toda una novedad para los jóvenes de la época. Míster Loree, asimismo formó el primer equipo entre los ingleses que radicaban en la “Blanca Ciudad” y el personal de la fábrica.
Transcurrían los meses, los años y la población arequipeña comenzaba a gustar de este deporte, los jóvenes se enteraban más sobre la práctica de fútbol y comenzó a surgir la idea de crear un club como los que ya existía en Lima.

El domingo 4 de febrero de 1904, se desarrolló la ceremonia oficial de la fundación del primer club de fútbol de Arequipa, fueron los jóvenes obreros y empleados de la fábrica del señor Mariano Bedoya  Forga, juntos algunos residentes ingleses en denominar el club Sport Victoria del Huayco en honor a la reina Victoria del Reino Unido, además acordaron que su uniforme sería: camisetas de color rosado, cuello y puño blanco, pantalón blanco más debajo de las rodillas y gorrita blanca.

Sin lugar a dudas que el Sport Victoria del Huayco, era un club de todas las sangres, donde se conjugaban gente del pueblo como los obreros, así como altos funcionarios de la fábrica, además de los extranjeros como Míster Loree.  
Pero los  jóvenes de la alta alcurnia de la sociedad mistiana, también deseaban crear sub club de fútbol,  es así estando reunidos en las instalaciones del Club Arequipa, ubicada en la calle Ejercicios, el 5 de febrero de 1904 fundan  el Unión Foot Ball Club; pero días después  es creado otro club con el nombre Club Atlético, que era integrada por jóvenes pudientes. Luego de unos meses se fundó el club Modern Sport.


Después de ese año  los domingos en Arequipa no fueron iguales,  eran domingos futboleros, los cotejos se desarrollaban en diferentes escenarios que eran a condicionados como por ejemplo la Pampa de Polanco que hoy es el Parque de Selva Alegre, también se jugaba en la Alameda Jorge Chávez, que ahora es la Av. Bolognesi en Yanahuara, o en el campo de Sport Club que se ubicaba debajo de la estación del ferrocarril,  pero además se usaba  la canchita de la fábrica textil Victoria  en el Huayco y en  un campo que existía en  Congata.
Hasta entonces solo se desarrollaba encuentros que la gente denominaba “matches”, eran desafíos entre los clubes que ya señalamos y los nuevos clubes que tuvieron poca vigencia como: El Adventista, El Norte América Foot Ball Club, el Pacific June, Ramble, Juventud Sportiva.
Pero el primer torneo que se desarrolló fue entre escolares,   que se dio en los inicios del año 1912, siendo uno de los promotores el padre jesuita Alfredo Bernard, en este campeonato participaron el Colegio San José,  Independencia Americana que se ubicaba en el la calle San Agustín, San Pedro Pascual  de la calle La Merced y el Colegio Ballón, el certamen fue ganado por los alfeñiques, este resultado dio pié para fundar el Club Independencia.

Los cotejos entre los clubes cada vez eran más disputados y marcaban una buena expectativa en toda la población arequipeña, ese así que se decidió organizar un partido de fútbol donde se dispute trofeo que sería traído desde Lima, para tal motivo se nombró madrina a la distinguida dama arequipeña Doris Gibson de Irriberry, la fecha de este compromiso fue designada para la Fiestas Patrias de 1916, el primer y gran trofeo que se disputaba en Arequipa fue expuesta  por 15 días en una vitrina de una tienda céntrica; los club protagonistas de este compromiso histórico fueron El Club Atlético y Modern  Sport, ganando el primero de los nombrados con gol anotado José Ricketts.

Aquí se puede decir que finaliza la primera etapa del desarrollo del fútbol en Arequipa, el deporte rey ya estaba inmerso en la vida de los arequipeños. Una segunda fase sería el desarrollo del balompié en el famoso Cachón de Santa Marta, para luego dar paso al uso de antiguo estadio  Mariano Melgar que se ubicó  en la parte trasera de las Quintas Romaña lo que hoy es toda la parte baja de la calle San Juan de Dios.