Es hermoso, lindo evocar vivencias idas
que dejaron surcos en nuestra
existencia,
sobre todo cuando nuestra inocencia
sobre todo cuando nuestra inocencia
nos hacía soñar con héroes de
quimera
y ver que “papá lo sabe todo” y
quedarnos
con la boca abierta como perfectos
cojudos.
Pero también es bacán recordar a un
ser especial
un amigo a prueba de balas llamado
mascota, el perro,
el mío se llamaba Oso y era re-contra
chusco
pero de la “puta madre” no ven que
era mi mascota
No recuerdo como lo conocí, pero me
contaron
que lo trajeron cuando yo cumplí 6
meses
y yo aun seguía cagándome en mis
pañales
Oso me acompañaba para todo lado,
yo creo que mi vieja me vio cara de
borrego
por que puso a Oso como mi ovejero
Cuando llegaba de la escuela él me
esperaba
en la puerta y me movía la cola, se me
trepaba y ladraba
y yo le decía “¡ fuera concha tu
... “
no ven que me ensucia mi uniforme.
Los domingos dicen que decia que lo
sacaba
a pasear por el barrio, pero en si lo
sacaba a pelear
mi perro de color castaño y regular de
tamaño
peleaba con los otros perros de mi
humilde barrio
y esas bronca como diría el Temucano
eran a “punta rebenque mierda” pero
Oso salía bien parado
Mi perro también sin querer me enseño
las primera nociones del sexo,
un día le dije a mi padre que Oso se
computaba
tren, porque estaba enganchado con otro
perro
mi viejo no me dijo nada, solo me mando
a mi cuarto.
Una mañana de invierno mi amigo no
despertó
como todo esta vida tuvo su final,
había partido
recién me di cuenta que 17 años
habían transcurrido.
(RJLR)
(Escrita en la primavera del 2003)
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