-¿Dónde nos encontramos?
-En el lugar de siempre-
-Ok. En media hora-
Guardó el teléfono celular. Paró el taxi; iba pensando
en esa determinación, se sentía mal.
El punto de encuentro, como siempre ella llegaba tarde.
De pronto la figura: delgada, seria, el pelo recogido con una cola. Polo ceñido
color claro, pantalón buzo ceniza.
Hablaron. Discutieron
-No puedo. No quiero-
Estiró su brazo,
cogió su mano y le deposito los cuatro billetes
-No estoy de acuerdo, pero has lo que tú quieras. No
quiero verte nunca más-
Se despidieron como enemigos. Ella cruzó la calle
trotando.
Él la observaba como se perdía en medio de la gente que
iba al centro de abastos. Aún la amaba.
Y pasaron días, semanas, meses. Se fueron las estaciones. Y
no hay nada como el tiempo que cure esas heridas del alma. Siempre se
preguntaba que habrá sido de su vida. Varias
lunas pasaron y no sabía nada
ella.
Pero siempre, en una fecha determinada se decía que ese
día hubiera cumplido un año, dos…
Una tarde se enteró que ella iba concebir. Él se
preguntó de quién.
Sé sintió mal, ese siempre lo había tratado mal, estaba seguro que no la quería, ese no podía querer a nadie. ¿Por
qué él?
Su nueva compañera aquella que le llenaba de ternura y
placer lo abrazo.
-No te pongas mal. Sé que aún la amas. Quizás ella nunca te amo.
Llora, sí llora, aunque sea tarde-
(RJLR)
No hay comentarios:
Publicar un comentario