jueves, 23 de abril de 2015

EL SECUESTRO DE LOS PERONISTAS MONTONEROS

Miércoles 11 de junio de 1980. Gobierna el Perú, el presidente Francisco Morales Bermudez. Es Primer Ministro, Ministro de Guerra y Comandante General del Ejercito el General de División EP Pedro Richter Prada, ex Ministro del Interior y ex jefe del Servicio de Inteligencia Nacional, durante la administración del  presidente Velasco. (…) El arquitecto Fernando Belaunde Terry, Presidente Constitucional  electo, se prepara para asumir su segunda administración.

Es medio día. Un joven alto de 28 años, pelo castaño, ojos claros, casaca beige y pantalón marrón, corre desesperadamente por la Av. Alfredo Benavides de Miraflores. Le persigue un hombre armado, fornido, de 35 años, saco azul, pantalón beige. El perseguidor dispara en el momento que grita “agarren al ladrón”.

Varios empleados de una tienda van tras el perseguido y logran atraparlo en la esquina de Shell con Grimaldo de Solar y éste les grita. “No, no soy ladrón. Me han traído de la Argentina para matarme en el Perú”. No terminaba de hablar cuando su perseguidor le asesta un violento  culatazo que le arroja al suelo y le rompe la cabeza. Es cuando aparecen dos policías que han escuchado los balazos. Los custodios del orden obligan al secuestrador a llevar a Federico Frías Alberque –así se llamaba el perseguido- al hospital de emergencia “Casimiro Ulloa”.

Frías Alberque, es un ciudadano argentino, peronista, a quien persigue el gobierno del General Videla. Antes de ser conducido para ser tratado en el hospital, pues tiene rota la cabeza de la que mana abundante sangre, Frías dice a quienes presenciaban la escena que le están secuestrando y le quieren matar, que por favor avisen a los periodistas. Afirma  también que fue capturado por un comando ultraderechista y logró escapar. El hombre fornido amedrenta a uno de los testigos: “Mirá pibe, más vale que te callés”.

Federico  Frías Alberque fue visto por última vez en la oficina del Mayor Comisario Alfredo Ruiz Sánchez. A partir de allí las pruebas de su secuestro desaparecieron como por arte de magia.


(Del Libro: El Espía de Fujimori. Descubiertos sus secretos. Autor: Augusto Zimmermann Zavala)

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