jueves, 9 de abril de 2015

Los payasos de la TV


Javier, periodista de televisión, entra al gimnasio con una son risa prefabricada. Lanza un saludo general a los demás, piensa  que es el salvoconducto para el olvido y se sube a la bicicleta, un trono  temporal. Desde allí mira el museo  de pesas, máquina y  bolsas  de boxeo. El ejercicio de la ducha  de las cinco, las últimas escalas de la tarde, los trámites del cuerpo, un pretexto para la soledad. El trote y las pesas y la cortina de agua, barreras  antes y contra el noticiero, contra los corredores del canal, contra su  gesto de robot risueño frente a la cámara, su cara de emitir noticias.

Es así. Llegar, ponerse la corbata, aclimatar una cara de muñeco frente al ojo vibrante, decir buenas noches amigos, hoy el presidente Fujimori  anunció una donación de computadoras, y aquí nuestros principales titulares; monologar una hora, sonreír con una inocencia, despedirse. Era una cuestión de poner el cuerpo, repetir las frases, estirar el cuello como un cisne de fierro hasta la negrura bienvenida de la media noche (un Dormex a esa hora a los dos de la madrugada).

Su  vida, un campo de entrenamiento de caras felices, un payaso serio repitiendo bromas frente  al ojo oscuro del mundo. Esa tarde, después del gimnasio (y de la sala vacía y de la cara de su esposa Marita: “Allí está tu sopa, gordi, ya te mandé planchar tu camisa”), otra vez las paredes de manchas largas del canal, otra vez el polvo del maquillaje frente al espejo, ¿ponemos nuestra cara de cojudos o todavía? Ay, cállate le decía Jimena  que leía las noticias a su lado, pero si es la verdad, pues, mira, buena noches, amigos, hoy es miércoles veinte de mayo del año 2000 y estas son las principales noticias cuando debería decir  buenas  noches amigos, yo soy el mayordomo comisionado a la pantalla y vengo de parte de los cocineros de este canal  que en coordinación con los delincuentes de terno y corbata del SIN le han preparado el siguiente bufet de comunicados oficiales. Aquí va la bola perfumada  que les hemos empaquetado. El  gobierno donó diez tractores y veinte carros patrulleros, ñaca, ñaca, chúpense  esa. El ministro anuncia donaciones de cien computadoras, jojolete, va por ustedes. Viva nuestra Fuerza Armada, viva el presidente Fujimori, viva el doctor Montesinos, arriba esas palmas, compañeros. Eso es lo que tenemos que decir, Jime, sólo que no.  Nunca la decencia de reírse mientras habla. Debía velar por su sueldo, por su hija,  por su terno, por el brillo en sus zapatos, por su pijama sin huecos, por su esposa Marita que es la sobrina del dueño.  Nunca ponerse la nariz de payaso frente a cámaras ni a dibujarse la boca roja  ni a ponerse un traje a colores. Un payaso circunspecto, un bufón crispado, un malabarista paralítico. Ñaca, ñaca, jojolete. Buenas noches, señores,  el más cómico de todos los saluda, los informa y despide gritando  que viva el circo.

Se levanta, entra al baño, se despide rápidamente de Marita, la cara de  nueve años, la piel tibia de Paola (“voy a verte, papi, no me duermo, voy a verte), y se sube al Peugeot que el canal le acaba de regalar. La hilera de carros rabiosos, los casetes del Chico Buarque contra el ruido de afuera, hasta las escalares la piedra plastificada, sube a toda velocidad, como huyendo de algo que sube con él.


Adentro, la rutina esperada. La reunión con Tato, el repaso de los papeles, las pastillas. La música rápida, él  contento. Javier está sentado. Las facciones profesionales,  el   esbozo risueño, el medicamento de las palabras: “Buenas noches, amigos, hoy es miércoles veinte de mayo  y estas son las principales noticias de la jornada…”.

Del libro: Grandes Miradas. Autor: Alonso Cueto

No hay comentarios:

Publicar un comentario