domingo, 5 de abril de 2015

RAZONES DEL 5 DE ABRIL DEL 1992


Los sucesos llegaron a su límite en marzo de 1992. A su regreso de nueva visita al Japón. Fujimori encontró el frente doméstico con más problemas que nunca. El sistema judicial, se quejó ante sus asesores, parecía determinado a contrarrestar sus iniciativas antiterroristas. La Corte Suprema había dictaminado sólo un par de días antes que no había suficientes pruebas para juzgar a Abimael Guzmán por cargos de subversión, asesinato y ataques armados. Al mismo tiempo, más de cien prisioneros convictos por cargos de terrorismo habían sido puestos en libertad en circunstancia sumamente sospechosas. Irritado, Fujimori rehusó la primera de una serie de recomendaciones para nuevos nombramientos judiciales que le habían enviado el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).

Pero fue la propia esposa de Fujimori, Susana, quien le hizo el mayor daño. El 24 de marzo de 1992, en una bulliciosa conferencia de prensa en vivo, acusó a su propia familia política de traficar con las donaciones de ayuda, principalmente con la ropa usada enviada por amigos de Japón para los pobres del Perú. La mayor culpable era Clorinda Abisui, esposa de su cuñado Santiago, dijo Susana. Clorinda y Rosa, la hermana mayor de Fujimori y esposa de Víctor Aritomi, embajador de Perú en Japón, seleccionarían las pilas de ropa a ser distribuida entre los más necesitados apropiándose de la mejor para sí misma y destinado las de segunda calidad a la venta en boutiques elegantes de ropa de segunda mano. “Sólo llevaban estropajos a las provincias”, declaro. Susana, adicionalmente, acusó al mismo Santiago (a quién se refería como un “pendejo”) y a su cuñada Rosa de canalizar las donaciones oficiales japonesas por fuera de la Fundación de los Niños del Perú que ella lideraba. Sus acusaciones causaron una tormenta de interés público, y de la prensa, al punto que dominaron las noticias durante días.

El ataque era particularmente sorprendente por venir de una mujer que siempre había mostrado apoyo a su esposo en público. Mientras visitaba algunos pueblos jóvenes esa tarde, Fujimori fue sorprendido abiertamente cuando los periodistas le preguntaron sobre las acusaciones frontales de su esposa. Se limitó a decir, cautelosamente, que hasta donde él sabía, las donaciones habían sido distribuidas “en forma adecuada”, pero prometió “una posición inflexible sobre la moralización”. Dentro de las 24 horas, el llamado “Ministerio Público” había designado a un fiscal especial para investigar las explosivas acusaciones de Susana. La primera dama ya había dicho que ella podía proporcionar nombres y detalles de las tiendas donde estaba siendo vendida la ropa en cuestión.

Había un buen fundamento para creer que el asunto de Susana era el detonante inmediato para un golpe: la acusación contra la familia de su esposo era, en sí misma, claramente insuficiente; sin embargo, pudo haber acelerado la decisión ya tomada. Algunos analistas detectaron la mano de Montesinos, quien habría intentado fortalecer su posición a costa de influyente Santiago Fujimori. Significativamente, el fiscal ad –hoc asignado para la investigación fue Víctor Cubas, quien había trabajado para Vladimiro Montesinos en defensa de traficantes de drogas a principios de los 80. Un manojo de periodistas comenzó a oler un encubrimiento. Al mismo tiempo, el Congreso amenazó con designar a una comisión para investigar las acusaciones de Susana en cuanto se reuniese el 7 abril.
La prensa pro Fujimori, desconcertada con las acusaciones de Susana, hizo lo que pudo. El 29 de marzo, Expreso decía que las promesas de extensa investigación “devuelven la tranquilidad al país” y “revelan una actitud clara ante la inmoralidad”. Sin embargo, el asunto de la ropa usada provocó el primer cuestionamiento público sobre la posible (aunque a pequeña escala) corrupción en el gobierno y sobre la verdadera relación entre Fujimori y Susana.

A partir del jueves 2 abril en adelante, Fujimori y Montesinos sostuvieron una serie de largas reuniones con el alto mando del SIN y oficiales militares; Susana desapareció de la escena pública y no fue vista durante muchas semanas; y toda la familia Fujimori se mudó de Palacio a un lugar más seguro adentro de la sede del Ejercito, el “Pentagonito”. El viernes y sábado, varias reuniones de alto nivel se llevaron a cabo en la sede del SIN en Chorrillos, encabezadas por Montesinos. El día sábado Fujimori se reunió nuevamente con los altos mandos del Ejército y rechazó siete esperanzadoras candidaturas a la Corte Suprema, supuestamente porque era opciones “políticas”.
Simultáneamente, se estaban desarrollando presiones incómodas en el frente externo – y ya no estaba Hernando de Soto para tratar con los americanos. En anticipación a su viaje programado al Perú para principios de abril, el subsecretario de Estado para las Américas de los Estados Unidos, Bernard Aronson, envió a Fujimori una lista de 170 mandos del Ejército que se consideraba que estaban involucrados en el tráfico ilícito de drogas. Aronson había solicitado a Fujimori que diese los pasos necesarios para efectuar una purga de los mencionados oficiales: los dos tenían programado una reunión para el 6 de abril.

Toda la evidencia disponible muestra que la decisión del golpe de estado fue tomada el viernes 3 de abril e inmediatamente fue comunicada a las cabezas de las tres armas. Nicolás de Bari Hermoza Ríos, comandante general del Ejército y jefe del Comando Conjunto; almirante Alfredo Arnaiz, de la Marina peruana y al comandante general de la Fuerza Aérea, Armando Velarde. El texto del mensaje de Fujimori a la nación estuvo en manos de Montesinos el domingo por la mañana; en la tarde, Fujimori lo grabó en una cinta de vídeo y acompañado por Montesinos, llevó a cabo una reunión con el entonces ministros de Trabajo. Para las 6 p.m., los oficiales de guardia en la sede de la Segunda Región Militar en el Rimac y otras entidades claves de las Fuerzas Armadas habían recibido órdenes del general Hermoza para que estén totalmente preparados para mover sus tanques hacia las calles de Lima cuatro horas después.

En el círculo del poder más inmediato, los ministros del gabinete fueron los últimos en enterarse. Fujimori los llamó al Pentagonito a las 9:00 p.m., justo sesenta minutos antes de que el vídeo grabado saliera al aire...
(Del Libro: El Expediente Fujimori: El Perú y su Presidente 1990-2000- Autora: Sally Bowen)

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